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  • S lo en casos que el volumen

    2018-11-13

    Sólo en casos que el volumen de la inversión planificada no logre sus objetivos de pleno empleo, se debe recurrir Retigabine dihydrochloride déficit de la cuenta corriente: “si, por una razón u otra, el volumen de la inversión planificada fracasa en generar equilibrios, la falta de balance debe ser corregida, desequilibrando de una forma u otra forma la cuenta corriente. Así, el déficit fiscal es una medida de última instancia, que sólo entra en juego si la maquinaria presupuestal de la cuenta de capital deja de funcionar” (Moggridge, 1990, tomo xxvii, p. 352). A partir de lo anterior se deduce que la política de intervención directa gubernamental en la economía no necesariamente debe operar vía déficit fiscales, añadiendo que la intervención pública no debe ser esporádica. Por el contrario, la política fiscal deber ser de largo aliento y concentrarse en el gasto de acumulación, con condiciones favorables de financiamiento y políticas destinadas a limitar las operaciones del mercado financiero que desalienten la inversión privada. Entonces, el gobierno debe garantizar el aumento de la oferta en un ambiente de recirculación del gasto capitalista a la economía, ampliando el mercado interno. Keynes sugirió que el gobierno debía realizar alrededor dos terceras o tres cuartas partes de la inversión total, añadiendo “que el monto del gasto contemplado por las autoridades será el factor equilibrador esencial (Moggdrige, 1990, tomo xxvii, 352). Se debe destacar que Keynes explícitamente rechazó las “finanzas funcionales”, propuestas por A. Lerner (1943), muy populares en el pensamiento poskeynesiano de la posguerra. Lerner propuso que el gobierno debía asumir la responsabilidad de generar un gasto de bienes y servicios en un nivel no mayor ni menor que la tasa de precios corrientes en que pueden ser adquiridos todos los productos producidos (Ibid., p. 39), basados fundamentalmente en el gasto, sin referirse a su composición, ni buscar el equilibrio de la cuenta pública, señalando que “no hay razón para suponer que las políticas de gastos y de impuestos que aseguran el pleno empleo y previenen la inflación deben estar en equilibrio al término de una década, de un año o, incluso en una quincena” (Ibid., p. 42). El rechazo de Keynes al planteamiento de Lerner se resume en la siguiente cita: “Recientemente leí un artículo interesante sobre el déficit fiscal de Lerner (1943) donde muestra que, en los hechos, ello no supone un aumento infinito en la deuda nacional, debido a que en el curso del tiempo el interés en la deuda anterior toma lugar bajo una nueva deuda (Él, por supuesto, está pensando en un déficit crónico de poder de compra en vez de uno intermitente). Su argumento es impecable pero aunque el cielo lo permite quien se atrevería proponer ese argumento a los comunes en estos tiempos” (Moggridge, 1990, tomo xxvii, p. 320, cursivas nuestras). Los planteamientos de Keynes en torno a la política fiscal tuvieron dos objeciones relevantes al interior de la teoría heterodoxa. La primera, fue postulada por Kalecki, entre 1993 y 1944, en diversos trabajos, donde señaló problemas de carácter político provocan oposición de los empresarios a la intervención del gasto público en la economía. Específicamente, intervenciones públicas constantes inducen periodos de crecimientos económicos largos que reducen el número desempleados (se achica el ejercito industrial de reservas), se fortalecen las organizaciones sindicales y ello puede incrementar las demandas salariales, reducir el margen de ganancias, y generar condiciones de una distribución del ingreso en favor de los trabajadores. A su vez, los empresarios pueden estar bajo la percepción de perder el control sobre las decisiones económicas, por el exceso de intervención estatal. Desde la perspectiva de Kalecki, una vía alternativa para activar el gasto de la inversión es a través de impuestos sobre las ganancias brutas (veáse Kalecki, 1937[1990] citado en López, 2012), particularmente relevante en el contexto de países en desarrollo que operan con salarios muy reducidos y gran concentración de ganancias que impide la ampliación de mercados internos. Este argumento descansó sobre la idea de que los impuestos sobre las ganancias no reinvertidas (ingresos que no recirculan al mercado) pueden paralizar la actividad económica y generar endeudamiento empresarial y reducir los fondos empresariales disponibles para invertir. Por lo tanto, estos impuestos transfieren al gobierno, el ingreso no recirculado a la economía, cuya utilización (por parte del gobierno) amplia la demanda efectiva, y se limita la actividad de especulación de los empresarios. Ese autor argumenta que dichos impuestos no tiene efectos contrarios sobre las decisiones de inversiones, porque el gasto de la inversión privada se realiza sobre la base de resultados y, no previsiones como lo supone Keynes, manteniéndose constantes las ganancias netas. Se añade que las decisiones que se toman en periodos inmediatamente anteriores al gasto de la inversión (por ejemplo, incrementos de impuestos a las ganancias) no cancelan los proyectos, por las dificultades prácticas y los costos que generan el cambio de decisiones. Los argumentos de Kalecki se sustentan en estudios sobre la economía estadounidense (Kalecki,1956[1991] y 1962[1991], citado en López, 2012), los cuales, sin embargo, fueron minimizados por el propio autor debido a razonamientos de carácter político, que se resumen en la “credibilidad del sector privado”.