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    2018-10-25

    Si bien es cierto que en los 80 se estabilizó en toda Latinoamérica un feminismo que se reconoce en las otras luchas sociales, el papel jugado localmente por atem fue, sin duda, mucho más molecular diprenorphine la hora de delinear las agendas públicas o políticas que lo que su grado de inscripción política sugiere (invisibilidad política), o de lo que se ha escrito o se sabe sobre su historia (invisibilidad académica). Sin embargo, y por otra parte, es también necesario remarcar que este indiscutible proceso positivo conllevó una serie de efectos negativos para la historia del feminismo local. Más concretamente, el combate emprendido por las feministas de los 80 para con los rezagos —o las antiguallas— del feminismo anterior produjo un efecto de silenciamiento que tuvo las correspondientes secuelas de invisibilización, tergiversación y trivialización de los ensayos políticos y los escarceos intelectuales de los feminismos argentinos en los años 70. Estos ensayos, a pesar de sus limitaciones, fueron pioneros en varios de sus postulados que hoy día continúan siendo contribuciones fundamentales para el desarrollo del feminismo local. A los silencios cocidos al calor de las rivalidades y los malentendidos entre agrupaciones —moneda viviente entre las diversas posiciones del feminismo local—, se sobreimprimió el silencio sobre la militancia peronista femenina y quien fuera su emblema, Eva Perón. De allí la inquietud suscitada por la presencia del nombre peronista entreverado en el nombre feminista. En el atroz 1976, María Elena Walsh, figura crucial de la cultura feminista argentina, publica su Cancionero para el mal de ojos. Uno de los textos que lo integran es “Eva”, e inevitable resulta no escuchar allí ese entrevero de los nombres y el despuntar de una más generosa revisión del pasado, como lo muestra este fragmento: Se instala entonces la pregunta por las razones que estancaron y siguen aminorando la calidad y el alcance de los debates en el feminismo latinoamericano. Entre ellas, Lamas, siguiendo a sieve cells Pereda, ubica la función de la arrogancia y su papel en la dificultad para el reconocimiento del otro. Para esta militante y académica, la arrogancia funge como “una estrategia que comparten dos inculturas: la académica y la antiacadémica” (Lamas 2006: 116). En ambas posiciones, opera una lógica sectaria que se nutre de sus propios blindajes teóricos y que produce el efecto fantasmático de inventar un contendiente que no hace más que impermeabilizar el ya ajustado terreno de las propias certezas. Teoría versus práctica, pensamiento versus acción y ciencia versus política son otras tantas parejas terminológicas que hacen al chantaje argumental, y no a la controversia. La proliferación de esas oposiciones en la discusión es, para Lamas, en parte, consecuencia del clima antintelectual que se vivió en Latinoamérica entre fines de los años 80 y los comienzos del siglo en curso. Dice Lamas que, habida cuenta del estado de la discusión en el movimiento feminista latinoamericano, “la teoría no es un lujo sino que es una necesidad vital” (Lamas 2006: 116). En esa dirección, podemos decir que es vital, porque formaliza la escena del debate, y esa formalización hoy es un prerrequisito de cualquier interpretación política o epistemológica del mundo en que nos toca militar o conocer. Sólo mediante esa formalización será posible el desacuerdo, que no debe confundirse con el desconocimiento o el malentendido, sino que surge, entre otras cosas, de la claridad que guía el florecimiento del debate. La ausencia de ordenamiento simbólico es terreno fértil para desventuras imaginarias. Los archivos y las escrituras de estos feminismos argentinos que hemos querido recobrar muestran que hicieron su esfuerzo militante e intelectual, y que lo hicieron a contrapelo de una historia nacional cruenta e inmersos en la larga noche del feminismo latinoamericano. Una noche atestada de silencios